
Asesinato del mentor. Escena del crimen.
Después de muchos años tutorizando chavales de bachillerato y universitarios he llegado a una conclusión terrible. Me vais a tachar de radical pero es verdad: la mayoría de ellos no se lo merece. Lo digo en sentido estricto. En el mejor de los casos muchos de ellos no hacen nada para ganarse un mentor. Y un porcentaje alto lo rechaza directamente. El mentoring, o la tutoría, si lo preferís en castellano, requiere un esfuerzo considerable, que en muchos casos es completamente desinteresado. O más bien lo contrario: al tutor se le exige que tenga un interés apasionado por la persona a la que trata de ayudar.
El fracaso de un modelo
Ocurre con frecuencia que esta tarea se percibe como intrusiva (en cierto modo lo es, si pretende ser eficaz) y por lo tanto se rechaza, o se deja resbalar. Voy a sintetizar algunos aspectos muy básicos para que una tutoría funcione y así entenderemos mejor porqué este modelo está agonizando.
- Frecuencia. En primer lugar y para que sean realmente útiles las tutorías deben tener una frecuencia semanal.
- Profundidad. Las conversaciones no pueden ser superficiales. Hay que cavar hasta encontrar el origen profundo de las motivaciones.
- Exigencia. Se definen metas, y se pide que se den los pasos necesarios para lograr los objetivos.
Estas tres cuestiones son las razones últimas que llevan al éxito y al fracaso en el proceso de mentoring. Cuando la cosa funciona, las tutorías producen milagros. Más aún, echad un vistazo a las grandes épocas y veréis que acumulan mucho talento (muchos talentos individuales) en periodos muy breves. Y este modelo sigue el más sencillo de los esquemas. Hombre apasionado y entusiasta (Aristóteles), queda deslumbrado por otro entusiasta (Platón) que a su vez admiró profundamente a su maestro (Sócrates). Pero si en la misma Grecia nos movemos 2.500 años hacia adelante el panorama ha cambiado por completo. Y no solo Grecia…
El problema radica es una cuestión muy sencilla. Un tutor es, o debería serlo, un apasionado del ser humano. Cree en las personas. Yo creo en las personas. Es más, yo solo creo en las personas: a los sistemas, tanto políticos como económicos o sociales o incluso científicos, no les tengo un especial aprecio. Puedo concederles cierto grado de utilidad, pero poco más. A las personas sí. Son las personas las que construyen proyectos y, sobre todo, las que encarnan virtudes, aman y son amadas, piensan, siguen motivaciones y se comprometen. Aquí es donde surge la decepción. El chico o la chica joven está todavía por hacer, se deja llevar por meras sensaciones, su futuro es una gran tortilla amorfa de confusiones y además no tiene los resortes adecuados del esfuerzo. Le faltan los mimbres necesarios, no tiene una estructura personal sólida y no sabe lo que quiere. Es decir que no quiere que le ayuden, o no sabe si quiere que le ayuden o una mezcla de ambas.
Un colegio o instituto, una residencia universitaria, o un grado universitario en una universidad pública o privada debería tener un sólido sistema de mentoring, si quiere enseñar algo más que materias científicas o humanísticas. El gran fracaso de la universidad consiste en despilfarrar el medio millón de euros que la sociedad deposita en cada nuevo universitario. Cuatro años tirados a la basura. En la mayoría de los colegios mayores en España los universitarios salen peor de lo que entraron. Se produce una especie de embudo mental que empequeñece a los estudiantes.
Resumiendo un poco, lo que un estudiante de bachillerato o universitario detesta son precisamente los tres puntos que he sintetizado más arriba. No quiere que le atosiguen semanalmente para recordarle obligaciones odiosas. Le produce rechazo que se metan en su vida y en sus problemas. Y detesta que le exijan. Es decir, prefiere mirar para otro lado. Cuando mira su interior no le gusta. Debería madurar pero le resulta muy costoso. El tutor lo ve claro pero el estudiante lo ve muy confuso.
Proponiendo un mentoring radicalmente nuevo
El mensaje que enviamos a los estudiantes es: consigue un tutor y serás excelente. Pero tenemos que cambiar de discurso porque la educación solo funciona cuando se interioriza, cuando se genera motor propio. El joven rechaza lo externo. Le parece inauténtico.
Shery Sandberg nos anima a pensar al contrario: “Tenemos que parar de decirle a la gente joven: ‘Consigue un mentor y lograrás la excelencia’. En lugar de eso necesitamos decirles: ‘Busca la excelencia y conseguirás un mentor’. ”
Y para eso es imprescindible renovar la figura del mentor.
- Atracción. Debe resultar atractivo: tanto su personalidad, como las tareas que realiza. Y especialmente el sentido de su vida.
- Transparencia. Su tarea debe ser transparente: no puede tener motivaciones ocultas.
- Alegría. Señalando los frutos logrados a través del compromiso y no tanto el esfuerzo que requiere su adquisición.
- Afecto. Le importan de verdad las pequeñas preocupaciones y también los éxitos.
- Disponibilidad. Es una persona cercana. Un gran escuchador.
Preservar la llama
El escritor americano Cormac McCarthy utiliza esta metáfora de la llama al menos en dos de sus libros: No es país para viejos y La carretera. No hay que dejarse llevar por el corte tremendista o apocalíptico y desesperanzado de sus paisajes. En el primero, al final del relato, el protagonista tiene un sueño. Un padre, quizá el suyo, montado a caballo trata de pasarle una antorcha, pero azota el temporal y la tarea queda abortada. El libro describe una sociedad en decadencia que no ha sabido incorporar el legado de sus ancianos. En cambio en La carretera, es el hijo el que recuerda a su padre, en situación extrema, que no puede matar bajo ningún concepto porque ellos tienen la llama. El padre ha tenido un momento de flaqueza, comprensible debido a la extrema dureza de la situación. Pero el padre ha triunfado en su vida: ha sido capaz de transmitir a su hijo la llama.
Por eso animo a todos los que os dedicáis a la educación a que sigáis dando la batalla. Si la generación de los Mileniales es más floja que las anteriores necesitamos mentores más capaces y más fuertes.
¿Qué otras características piensas que deberían tener los mentores del siglo xxi?